JOQUÍN ABENZA:

Desacreditación y conspiraciones, otra mirada a una realidad esquiva.

XIMENA ABREVAYA: ¿Y si fuera verdad?

Ciencia aplicada a la búsqueda de vida extraterrestre.

EL CAMINO

(a modo de presentación)

RICHARD HOOVER

"Tengo pruebas irrefutables de vida extraterrestre".

jueves, 27 de febrero de 2014

El camino (a modo de presentación)

No voy a citar a nadie. No porque crea innecesario mirar lo que otros hicieron o porque piense que tengo respuestas y reflexiones a todos los misterios que —de una u otra manera— me quitan el sueño. El tema es que aquí hablaremos de otras realidades y, en rigor, existe una diferente por cada uno de nosotros.

Miles de millones de realidades, de percepciones, de maneras de ver el mundo. Todas las vidas tamizadas por la interpretación de los estímulos que llegan desde el medio y que son canalizados en forma de impulsos eléctricos, que hacen verdaderas chispas en nuestros cerebros de simios listos y lampiños.

Claro que, de vez en cuando, sucede que esos estímulos hablan de hechos que no tienen nada que ver con lo que esperamos encontrar en la vida cotidiana. Luces inexplicables en el cielo, entidades más o menos comunicativas, más o menos estrafalarias, interferencias telefónicas y hasta desfasajes de espacio y tiempo juegan con nosotros… o simplemente interactúan por accidente, sin preocuparse o interesarse por lo que pensemos.

Es el borde, la frontera de la intimidad. Estos casos adversos a la lógica, inconclusos por definición, nos invaden en la ruta y en la cama; dejan marcas que escapan a todo análisis de las formas y motivos.

En esta primera entrega hablaré entonces de la carga que llevo en las espaldas, por eso la falta de referencias a otras personas que, como yo (y mucho mejor quizás), se han adentrado en el mundo de lo que preferimos olvidar por no poder encontrarle “la vuelta”. Además, no sería sincero ni sano negar mi procedencia y con ello sacar de contexto la búsqueda que, algunos dicen, es lo que nos define.

Las historias sobre OVNIs y apariciones poblaron mi infancia, junto a las novelas de Julio Verne y Stevenson, generando un universo poblado por extraterrestres, piratas, lobos, astronautas rudimentarios y cierta sensación constante de magia, que con el tiempo fue mutando en incógnitas y —más tarde— una postura literaria de novelista de ficción y misterio, de la mano con un sano escepticismo, de ese que lo obliga a uno a buscar respuestas y dar un paso más, siempre un paso más.

Mi padre y mi madre vivieron casos OVNI de alta extrañeza en los años de marcianos industriosos, allá por los 70’s. Uno incluye el primer registro de una mutilación de ganado en Argentina (sino Sudamérica), misma que se relaciona con un claro evento de Encuentro Cercano del tercer Tipo. El otro habla de un “objeto de forma indefinida, como la bruma”, plantado sobre la camioneta que manejaba, también, mi padre. Todo esto se narraba con tono anecdótico en cenas familiares, en reuniones donde se compartía mate o café, pero nadie nunca decidió investigar demasiado. Quizás, algunos de nosotros, tenemos suficiente con saber que existen cosas (si, cosas) que escapan a toda explicación que podamos inventar con las herramientas que tenemos a la mano.

Mi búsqueda pasa quizás por las herramientas, y por tenerlas a la mano. En los años de auge OVNI y paranormal (al menos desde el punto de vista mediático), se hicieron grandes avances de la mano de incansables investigadores que recorrieron millones de kilómetros tras una verdad, al menos, esquiva.  Muchos de esos hombres y mujeres siguen hoy en día buscando profundizar en lo que también les quita el sueño y algunos me han abierto las puertas de sus casas físicas y virtuales, permitiendo que este humilde curioso tenga la posibilidad de asomarse y vivir parte del fantástico mundo de realidades que les rodean. Estoy y estaré eternamente agradecido por ello pero, como un extra en el combo, han logrado infectarme con esa espora maldita y bendita que es la obsesión por dar los pasos que no se dieron todavía. Seguro tenga que ver eso de que ya viniera dando tumbos por el camino, pero no puedo más que agradecer el honor de la confianza y cierto aire de apadrinamiento.

Como decía, mi búsqueda pasa por las herramientas, por encontrar puertas donde antes se levantaban murallas, esas que tanto dieron de comer a los astutos de siempre, que no pierden oportunidad en vender cuentos chinos (si, de esos que se gritan desde lo alto de la Gran Muralla). Por eso me acerco sin dudas a la ciencia. Consulto, insisto, contacto y busco entre las personas que tienen esas herramientas para ver cómo podemos hermanar lo que antaño parecía imposible.

Es que el panorama cambió demasiado. Nunca olvido que en la misma época en que los investigadores clásicos buscaban extraterrestres en La Tierra, a este servidor le explicaban en el colegio primario que solo había agua en nuestro planeta. ¡Todo un universo por ser descubierto y el agua era un recurso exclusivo de la bolita celeste! Hoy, tenemos agua confirmada en la Luna, en Marte, Europa, Encelado y en casi todo cuerpo celeste que se pueda analizar con aparatos científicos. Hoy, no es descabellado pensar que en los mares de Europa o Titán (tan distintos y tan fascinantes) bien puede existir vida microscópica. Si sumamos los avances (muchas veces desconcertantes) en materia de mecánica cuántica, con experimentos confirmados de retroceso del tiempo o científicos que corroboran que acceder a “otra dimensión” es algo tan simple como ponerse un par de gafas polarizadas y ver lo que pasa… y ni hablar de la astrobiología y sus avances firmes sobre la panspermia y la búsqueda de vida extraterrena, pero también en el nuevo campo de la “biología de las sombras”, o la genética y sus constantes replanteos acerca de casi todo lo que podemos comprender… entonces, lo que queda es intentar ver el todo y dar rienda suelta al pregunterío periodístico, a la investigación en aras de resolver, quizás, un mínimo porcentaje de los enigmas que nos acechan y marean hace ya demasiado tiempo.

Claro que a esta altura me cuesta hablar de OVNIs, seres dimensionales, entidades energéticas o extraterrestres. Quizás el paso siguiente venga de la mano de la eliminación de etiquetas, despojar un poco el campo de los dogmas y soltarnos con un yunque a tratar de planear en lo desconocido. Al fin y al cabo, esa es la magia del misterio, la misma que motiva a investigadores de campo y a científicos. ¿Seremos capaces de evitar el golpe? ¿De proponer teorías descabelladas y encontrar el sustento como para planear hasta algún punto donde la sabiduría popular y la ciencia se pongan de acuerdo en estos temas tan escabrosos?

Por eso propongo pensar más que creer. Todos creemos en algo y de alguna manera nos sirve para superar los grandes-pequeños dilemas cotidianos. Pero a la hora de buscar respuestas para los misterios más crípticos de la humanidad es necesario sacarse de encima la necesidad de incursionar en el realismo mágico y comprender que necesitamos pensar lo real como parte del dilema de encontrar, incluso, quienes somos, para que estamos aquí o si es que Dios y la ciencia son hijos de la misma conciencia.

Precisamos ejercitarnos en abrir la mente, siendo críticos al mismo tiempo. Sea desde la investigación de campo y la recopilación de datos o desde el laboratorio. En todos los casos encuentro indispensable poner una pizca de ilusión y una tonelada de seriedad para abordar lo que uno comprende que es necesario comprobar o refutar. Sin etiquetas, sin mirarnos de reojo, porque la complejidad de lo que existe es mucho más vasta de lo que se puede comprender.

¿Acaso pensaste alguna vez en como representarte mil millones de kilómetros? Uno puede imaginar como lucen diez, cien… mil kilómetros si se hace un esfuerzo mental mezclando imágenes de lugares visitados con recuerdos cartográficos medio borrosos. ¿Pero mil millones? ¿Y que tal esas esquivas propiedades de los neutrinos? ¿Y que me decís de la tremenda velocidad de la luz? ¿Acaso llegamos a comprender de que hablamos cuando nombramos esos conceptos como loros en una charla casual con el almacenero?

Hay que rendirse, dejarse caer y comenzar de nuevo. Usar al pasado como un aprendizaje y pensar en el futuro como lo que es: algo deforme e incierto aunque fascinante.  Siempre, con los ojos bien abiertos para captar la sensibilidad humana y las manos dispuestas para adoptar las herramientas de la ciencia. Se me ocurre que —quizás— a mitad de camino encontraremos la primera certeza.

Lo único que tengo son preguntas y todo lo que necesito son respuestas.

Bienvenid@s al blog.

lunes, 24 de febrero de 2014

EL INICIO ES EL FINAL

Restart absoluto para este blog. Mientras publico mis obras literarias por otra parte, este espacio estará dedicado al trabajo de recopilación de datos, a las cavilaciones sobre nada y todo, a las notas y entrevistas que nutren el trabajo.
A planear con peso extra, que para cosas fáciles está la TV.

EPICERO