
El caso Hoover
La excusa para esta comunicación es una de las noticias que
viene dando vueltas en los medios desde las primeras semanas de 2014. Richard
Hoover, astrobiólogo retirado de la NASA, presentó un trabajo en el que
sostiene poseer “pruebas irrefutables de vida extraterrestre”. Sus argumentos —para
el que poco entiende de Astrobiología— suenan lógicos y consistentes, pero
además sucede que Hoover tiene con qué hacer pie en la lodosa laguna de la
ciencia de frontera.
Galardonado en 1992 como el “Inventor del año” por la misma NASA, reconocido como autoridad a
nivel internacional en el estudio de las diatomeas y creador del grupo de
astrobiología en la misma agencia, Hoover es un peso pesado. Pero eso no es
todo: el hombre es elocuente: “Estoy
absolutamente convencido de que la vida no está restringida solo al planeta
Tierra porque encontré los restos de formas de vida que son absolutamente, en
conclusión, extraterrestres”, dijo la semana pasada a un medio
estadounidense.
Hoover es claro y conciso pero quiero saber más, por eso
hablé con Ximena Abrevaya del trabajo que presentara su colega en el Jornal de Cosmología. Esto fue hace una
semana, en medio de una charla de amigos y con poca información de por medio.
Entonces aclaró que “es muy pesado”
lidiar con las implicaciones, en caso de que fuera evidencia real. Ella misma
lanzaba la posibilidad al cosmos… “¿Y si
es verdad?”, me decía, antes de desaparecer unos días para seguir con sus
propios experimentos.
Es que Ximena forma parte de los escasísimos biólogos
dedicados en Latinoamérica al estudio de posibilidades de vida extraterrestre. Su
campo, la Astrobiología, recién comienza a florecer por estas latitudes de la
mano de proyectos que hace solo unos años eran impensables. Y Ximena se
encuentra hoy en la difícil aunque apasionante posición de líder de un proyecto
del que no habla demasiado. Solo llego a captar que está realizando mediciones
de radiación con un equipo multidisciplinar en el exterior. El objetivo: recrear las condiciones de los Marte y Tierra primitivos y analizar
el origen de las primeras células. Esto, si uno lo piensa dos veces, es
fundamental a la hora de buscar vida como la conocemos.
Mientras la esperaba volví a Hoover para escucharlo
detenidamente. De pronto encontré lo que a simple vista parece ser un paralelo
entre el ex NASA y su colega argentina. Mientras que Hoover eligió una
conferencia OVNI para presentar su trabajo, Ximena no tiene problema en
aparecer como invitada en Puente 2001, un programa dedicado a misterios, con el
eje puesto —justamente— en los OVNIs. Aunque el paralelo tiene sus diferencias:
mientras Hoover presenta un trabajo científico rodeado de personajes
cuestionables y cuestionados por el mismo mundo ufológico, Ximena se acerca al público
interesado en la vida extraterrestre desde distintos lugares, y uno de ellos es
este ciclo radial que, afortunadamente para mí, muchos consideran serio. Por
supuesto, me siento honrado, como productor periodístico es un aliciente
importantísimo que distintos científicos se sumen desde la divulgación y el
aporte de los datos fácticos para la interpretación de hechos que, por defecto,
son el mismo borde de lo que definimos como realidad.
Pero sucede también que Ximena se impregnó de medios de
comunicación desde chiquita. No me cuesta comprender su afán por la divulgación
cuando me confirma que es hija del mítico Carlos Abrevaya, periodista,
guionista, humorista y conductor de televisión y radio. Creador de clásicos
como “Diógenes y el linyera” (Clarín) y “La noticia rebelde” (ATC); Carlos
Abrevaya supo encontrar el nervio de la comunicación Argentina y se nota que el
germen picó en su hija. Ella fue parte del equipo de producción del ciclo de
Adrian Paenza “Científicos, Industria Argentina” y siempre que puede se suma a
conferencias, seminarios y toda actividad que le permita mostrar lo que sucede
en su planeta: el de los microbichos y las megaespectativas.
Siete días
Pasó una semana desde que habláramos con Ximena del tema de
Richard Hoover. En este lapso ella se encargó de revisar la información
disponible y yo de soñar con la confirmación de la existencia de vida
extraterrestre. Reconozco haber mirado un par de veces al cielo y pensar en las
implicaciones, las consecuencias. Quizás, unos bichitos diminutos en Marte no
quitarían el sueño a nadie, tampoco arrasarían con la fe de millones ni
generarían caídas de bolsas de comercio o de fuego apocalíptico sobre las
ciudades. Pero por un momento sentí la necesidad de gritarle a unos cuantos que
teníamos razón, que los locos de siempre teníamos razón, que ET había mostrado
la cara y que ya no habría vuelta atrás.
—¿Cambiaría muchas cosas la confirmación de la existencia de
vida extraterrestre?
—Sin lugar a dudas, si encontráramos microorganismos de
origen extraterrestre, sería algo que cambiaría la historia. Y yo estoy
trabajando en el área, armando mi grupo en Argentina también, con colaboradores
de distintos lugares del mundo. Ahora estoy en medio de una colaboración con
gente de la Universidad de Harvard y estamos con varios proyectos en marcha.
—Suena a mucho trabajo todo esto.
—Si —Ximena ríe—, la verdad es que tenemos muchísimo trabajo.
La charla sigue y Ximena me desmiente un mito. Mientras que
algunos biólogos me dicen que sus experimentos son casi una expresión del arte
culinario ella marca la diferencia al recalcar que “la ciencia requiere de mucha más planificación y rigurosidad que la
cocina”. Casi se enoja al afirmarlo pero al rato escucho sus risas, sabe
que la pregunta está dirigida para aquellos que piensan que “hacer ciencia” es soplar
y hacer botellas, o que la ciencia es algo casi tan etéreo como cualquier
creencia. Y es que en el fondo sé que estamos de acuerdo, creer demasiado es
matar el conocimiento.
Lo que me lleva a Richard Hoover, otra vez.
Otro científico amigo me dijo que lo ve a Hoover como un
testarudo, un creyente. No solo está convencido de tener pruebas, de alguna
manera necesita tenerlas para justificarse a sí mismo tantos años de estudios y
trabajos. Le pregunto a Ximena que piensa que motivó a Hoover a presentar su
trabajo en un congreso OVNI, y no en un foro universitario:
—Una de las cosas que a mí se me ocurrió pensar es que
Hoover viene trabajando en este tema desde hace muchos años y viene sugiriendo
la presencia de microfósiles que corresponderían a microorganismos de origen
extraterrestre. El tema es que no ha logrado, a pesar de todo su trabajo y
todos sus años de investigación, que la comunidad científica acepte esa
hipótesis. Yo creo que él está intentando otro camino para que su teoría pueda
ser aceptada… pero no es el camino adecuado.
—Hoover habla de Nitrógeno, de falta de Nitrógeno en los
supuestos microorganismos que encontró dentro de los meteoritos… ¿Es prueba
esto de vida extraterrestre?
—Primero que nada me gustaría destacar que el trabajo,
actualmente, no está disponible en la web y, por ende, no pude ver en detalle
los análisis que se hicieron. Pero basándome en las notas de prensa y en los
comentarios que hicieron otros científicos también resulta ser un tema bastante
controversial. Hoover por un lado afirma que dentro de estos meteoritos, estas
Condritas (Carbonáceas), habría estructuras del tipo de los microfósiles. Este
tipo de estructura no sería evidencia suficiente como para afirmar que eso se
correspondería con microfósiles, en el caso de él, sostiene que estas
estructuras habrían sido Cianobacterias. Pero en realidad hay distintos tipos
de estructuras que no son biológicas, estructuras inorgánicas que pueden
formarse y dar lugar a cosas que parecen fósiles de Cianobacterias.
—Esto me hace recordar el famoso meteorito marciano en el
que decían que habían encontrado fósiles de vida extraterrestre. En ese caso se
confirmó que eran estructuras no biológicas.
—Exacto. Es el caso del meteorito ALH 84001, de hace unos
años atrás. Es un caso muy similar porque se afirmaba que habían encontrado
microfósiles y que correspondían a Cianobacterias.
—¿Hay alguna diferencia entre ese caso y lo que plantea
Hoover? Es el tema del Nitrógeno ¿verdad?
—La diferencia que hay con el caso actual es que Hoover
sostiene que estos microfósiles no podrían ser contaminación terrestre porque
no encuentra evidencias de la presencia de Nitrógeno. Este es un componente
esencial para la vida porque es el componente de muchas moléculas como los
aminoácidos y el ADN, entonces si encontramos una estructura que corresponde a
un microorganismo terrestre tendríamos que poder detectar Nitrógeno. Pero hay
varias cosas a tener en cuenta: por un lado leí algunas de las críticas que
realiza el Dr. Martin Brasier de la Universidad de Oxford y coincido bastante
con lo que postula y es que las técnicas que utiliza Hoover no parecen ser lo
suficientemente buenas como para detectar concentraciones de Nitrógeno. En
realidad habría que poder utilizar diferentes tipos de técnicas para poder
asegurarse que esas mediciones son correctas. Por el otro, habría que ver si
además no habría rastros de algún proceso biológico ligado a estas estructuras.
Y por último es muy importante ver como son calibrados esos instrumentos con
los que trabaja Hoover, lo que no queda claro. Es muy importante la calibración
porque es lo que nos permitiría estar seguros que esas concentraciones de
Nitrógeno serían correctas. El no detecta Nitrógeno, pero esto no significa que
no haya.
Richard Hoover habla de bases nucleares, dice que en esos
meteoritos encontró Uracilo, Adenina y Guanina pero que no pudo hallar Citocina
ni Timina. Estas cinco bases nucleares combinadas son esenciales en moléculas
de ADN y ARN. Encontrar solo algunos de los ladrillos fundamentales de la vida
puede significar una variedad de cosas pero siempre suena intrigante.
Ximena me dice que los resultados le parecen extraños en
este punto. Que la presencia de Uracilo, Guanina y Adenina confirman, de alguna
manera, la presencia de Nitrógeno ya que estas bases nucleares no pueden
existir sin este elemento.
—El ADN, en sus bases nitrogenadas, precisamente como indica
el nombre contiene Nitrógeno. Entonces resulta un poco contradictorio. Si esas
bases están presentes (Hoover) debería poder detectar Nitrógeno.
—¿Queda algún margen dentro del que se le pueda dar la razón
a Hoover? ¿O su investigación a esta altura es desechable?
—Yo pienso que queda un margen, el problema es que las cosas
no se están manejando de la manera correcta. Hasta tanto no se haga alguna
investigación más profunda es muy difícil hacer algún tipo de afirmación al
respecto.
—¿Puede tener que ver con una cuestión de ego? Se me ocurre
que si Hoover hubiera pedido ayuda a la comunidad científica en vez de afirmar
tener pruebas irrefutables la historia podría ser diferente…
—Yo creo que sí, porque se ve cierto empecinamiento en
querer demostrar algo más allá de las evidencias. Me parece que no es el camino
para hacer ciencia.
![]() |
Ximena Abrevaya en el desierto de Atacama, Chile. |
Astroredes sociales para entidades biológicas
Con Ximena nos conocimos (y conocemos) por intermedio de
redes sociales. En estos tiempos de hipercomunicación barata y pasajes al
precio del oro, es muy importante saber manejarse con las distintas opciones
que extiende la tecnología. Primero la busqué en Buenos Aires, por teléfono,
pero nadie supo decirme bien donde estaba. Dos o tres días después hablé con
alguien que me dio un correo electrónico, a eso siguieron algunas charlas por
mensajes privados y, más tarde, videoconferencias con las que grabamos algunas
entradas para Puente 2001.
Con el tiempo fui descubriendo una persona tras el
científico. Una muchacha sensible y leal con los cercanos aunque letal para
quien se pare en la vereda de enfrente solo con la intención de molestar. En
medio, sin embargo, mantiene una saludable postura profesional ante los éxitos
y las adversidades. Parece saber muy bien que todo lo que sube baja y que nadie
nunca se queda en el fondo.
No le gusta hablar de comida aunque dice saber cocinar, odia
que le pregunten por cosas banales y extraña la Argentina pero no puede dejar
de viajar, conocer, sumar experiencias a su ya importante currículum. Es que
sospecho que no se trata de esas personas que hacen de todo por sumar puntos a
su carrera, sino que me encuentro frente a una mujer que pone todo de sí para
avanzar en un campo del que es casi pionera en Latinoamérica. Pasos que da con
seguridad y —sobre todo—, rigurosidad científica… incluso en su casa.
—Sí, soy el tipo de científico que se lleva las cosas a su
casa. Me despierto a la mañana y me pongo a trabajar en algo y a la noche,
cuando vuelvo, sigo trabajando.
Tanta dedicación tiene objetivos. Para una admiradora de
Carl Sagan como Ximena los estándares parecen ser, como mínimo, altos. Pero no
puedo dejar de hacerle una pregunta que —en mi ignorancia— considero un poco
maliciosa. Para los simples mortales, como el que suscribe, imaginar la
confirmación de vida extraterrestre podría suponer un final (o quizás un gran
cambio), para el área de los astrobiólogos. Por eso le pregunto si es
conveniente para esta rama de la ciencia que el descubrimiento suceda pronto,
quizás mañana.
—Si, por supuesto que sí, todos estamos ansiosos por que
pase algún día y que sea pronto. Todos estamos en busca de eso.
La escucho y le creo, otra vez. Además de caer en lo infantil de mi
pregunta. Pero es que ante tales complejidades uno tiende a simplificar las
cosas desde el punto de vista más corriente. Aunque también por eso es que
seguimos charlando y compartiendo puntos de vista, datos y algunas risas. Es
que, al fin y al cabo, cuando me voy a dormir también sueño con el día en que
me levante y, entre café y tostadas, alguien lance la gran noticia a nivel
oficial. Ese día, atragantado con el desayuno, sé que no voy a ser el único que
llore de emoción… donde sea que estemos, se que diremos al unísono: “¡Era verdad!”.
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